El diario inglés The Economist, publicó este sábado un artículo donde auguró a la Mesa de la Unidad Democrática un triunfo sobre el oficialismo en las venideras elecciones parlamentarias del 6 de diciembre.
En una nota donde resaltan los problemas económicos que hay en Venezuela aunados a la escasez e inflación que padecen los habitantes del país, aprovechan también de reconocer y elogiar la disposición que ha tenido la MUD para encausar distintas corrientes ideológicas y finalmente ponerse de acuerdo en un objetivo común: destronar a los chavistas en las parlamentarias.
Lea la nota de The Economist, traducida al castellano:
Algunos de sus líderes están en la cárcel. Otros tienen prohibición de postularse para un cargo. Todos están en contra de un gobierno autocrático con recursos formidables. Sin embargo, en las elecciones legislativas previstas para el 06 de diciembre, la oposición de Venezuela tiene su mejor oportunidad de obtener una victoria nacional desde 1998, cuando el difunto Hugo Chávez, un populista carismático, comenzó su carrera de mal gobierno autoritario. El pueblo se ha enfurecido por la escasez de todo, desde las aves de corral hasta los productos farmacéuticos, por la inflación que se acerca al 200% y por la corrupción y delincuencia rampantes. Recientes encuestas reflejan que 70% de los venezolanos expresan una preferencia de votar a favor de los opositores al gobierno socialista liderado por Nicolás Maduro, el sucesor de Chávez elegido a dedo.
La potencial ganadora, la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), es un batiburrillo político. Formada en 2008, alberga ideologías desde marxismo hasta el conservadurismo de libre mercado, unidas solamente por un odio compartido hacia el gobierno. Los líderes más prominentes de la MUD son Leopoldo López, exalcalde que fue sentenciado el mes pasado a casi 14 años de cárcel por cargos inventados de incitar a la violencia, y Henrique Capriles, gobernador de estado y excandidato presidencial. Su programa electoral se compone principalmente de la incontestable, pero deliberadamente vaga, proposición de que Venezuela “quiere un cambio”.
Partidarios del gobierno dicen que la unidad de la MUD es un acto. Tanto que el Sr. Capriles y el señor López, se burlan, son políticos playboy que no saben nada de los barrios. Que si la coalición tomara el poder, advierten los chavistas, Venezuela volvería a la esclerótica, la dominada “cuarta república” que precedió a la “revolución bolivariana” de Chávez.
La evidencia de esta caricatura es débil, particularmente en el caso del Sr. Capriles, el popular gobernador del estado Miranda, que casi venció al Sr. Maduro en las elecciones de 2013.
La alianza ha demostrado impresionante flexibilidad y disciplina estoica en el período previo a las elecciones. Ha convencido a sus miembros de enterrar sus diferencias y presentar un solo candidato opositor para cada cargo. La comisión electoral controlada por el gobierno buscó hacer tropezar a la coalición al insistir en que al menos el 40% de los candidatos legislativos deben ser mujeres, poco después de que la MUD presentara una lista que cayó muy por debajo de eso. La alianza respondió laboriosamente al compilar una nueva lista que cumplió con las reglas.
Una crítica más fuerte a la coalición es que ésta prefiere quedarse en la oposición que gobernar. Todavía tiene que ofrecer un manifiesto para la reforma de la disfuncional economía o las ahuecadas instituciones del Estado venezolano. Sus candidatos defienden su falta de propuestas concretas al subrayar que están luchando contra un sistema. Solo una vez los votantes hayan reinstalado una democracia normal, argumenta Julio Borges, uno de los fundadores del partido del Sr. Capriles, puede empezar un debate político genuino.
El logro indiscutible del chavismo es su récord perfecto en las elecciones presidenciales y legislativas. Luis Vicente León, encuestador, cree que la pérdida de la Asamblea Nacional, incluso por un solo asiento devastaría a los socialistas destrozando su ilusión de invencibilidad. Pero la popularidad relativa de la oposición no es garantía de que se hará cargo de la cámara. Gracias al sistema electoral de Venezuela, complejo y semi-proporcional, agravado por la manipulación flagrante de las circunscripciones electorales, tanto bajo Chávez como bajo el Sr. Maduro, la MUD necesitará mucho más que una mayoría simple de los votos para ganar control. No obstante, si las encuestas se sostienen y se confirman, entonces en ausencia de cualquier fraude electoral -plomo actual de la alianza- más de 20 puntos porcentuales debería ser suficiente. Incluso sin el mínimo de dos tercios de la cámara, una mayoría podría permitir a la oposición programar un referéndum revocatorio contra el Sr. Maduro el próximo año.
Los optimistas como el Sr. Borges esperan que la pérdida del Poder Legislativo conduzca a los chavistas moderados a derrocar al presidente y empezar a limpiar el desorden que su movimiento dejó atrás. Este escenario optimista atrae a muchos miembros de la MUD, que son cautelosos de asumir el costo político de los ajustes inevitablemente dolorosos por venir.
Pero eso requeriría la salida del Sr. Maduro, y nadie sabe hasta dónde va a ir para evitar una victoria de la MUD.
En junio, dijo que se produciría “caos porque nuestro pueblo no se rendiría… Yo sería el primero en tirarme a la calle”. El truco más fácil sería utilizar las menguantes reservas de efectivo del gobierno para reducir la escasez: abundan los rumores de barcos cargados de mercancías humeantes hacia Caracas.
Otro truco de larga tradición sería idear nuevas justificaciones para descalificar candidatos de la MUD. Si eso no funciona, una táctica de último recurso podría ser la de retrasar la votación, con el pretexto de una crisis manufacturada como disputas fronterizas con Colombia o Guyana. Incluso, si la coalición prevalece, podría ejercer protestas callejeras y provocar presión extranjera para que el Sr. Maduro ceda.
Con información de El Nacional y The Economist.
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